Capitulo 1-La casa.
Ese día desperté aturdido, parecía que mi cabeza podía explotar en cualquier momento, trate de ubicarme en el tiempo y el espacio, no supe en realidad donde estaba, como después de una noche de mucho, pero mucho alcohol. No podía reconocer el lugar, trate de recordar pero mi mente estaba en blanco, no encontré ni rastros de mí, ni siquiera pude recordar mi nombre.
Miré a mi derecha, y te encontré, aún dormida, tan tranquila, sonriendo entre sueños, que empezaban a deshacerse esa mañana. Entreabriendo los ojos me abrazaste y me dijiste que me amabas, por alguna razón supe que me estabas diciendo la verdad, me sentí algo más tranquilo y pude creer en esas palabras, lo sabía aún cuando todavía no entendía lo que estaba pasando…
Me levanté lentamente de la cama, sin hacer ruido para no molestarte, descubrí el baño por instinto, o algo parecido, solo sabía que estaba ahí, en la última puerta del largo pasillo, sin poder siquiera reconocer lo que parecía ser mi casa. Me miré al espejo, me descubrí más viejo de lo que me sentía y empecé a llorar, con la desesperación de un niño perdido, que quiere volver a casa.
Pasados algunos minutos, mientras intentaba tranquilizarme te oí caminar hacia la cocina, después preparar el desayuno. Me lavé la cara por última vez y fui a la habitación, me vestí y tome el teléfono móvil que me resulto más familiar. Revolví los cajones de la mesa de luz buscando un nombre, pero solo encontré una pulsera con las iníciales “L R”, entonces tome el celular y mire la agenda pero solo había un número: “Amor” 034… que importa me dije, es el de esta mujer.
Baje las escaleras tratando de no llamar tu atención y cuando casi alcance la puerta de calle, me detuviste regalándome parte de mi identidad.
-Giuli ¿no vas a desayunar?
Gracias pensé, al menos se como me llamo.
-No amor voy a llegar tarde. – Improvise lo mejor que pude
-Tonto es domingo, vivís en las nubes vos- me dijiste burlona mientras tu sonrisa crecía calida y sincera.
Pasamos al comedor y tomamos un café con algunas tostadas, yo trataba de hablar lo menos posible, estaba aterrado.
-¿Te sentís bien bebe?
-si, no, me duele un poco la cabeza- ahora también me sentía un tonto
-¿Por que no te quedas en casa hoy, en lugar de salir a caminar?- así que eso hago los domingos pensé, era mi mejor excusa para salir de ahí.
-Tomar un poco de aire me va a venir bien.
La ayude a levantar la mesa y luego me fui directo a la puerta, no sin antes despedirla con un beso, como correspondía, o como quería, no lo se, pero salí a buscarme a toda prisa.
Idea original: Giuliano Cachiotta
Cuento: Sebastian Bellabarba
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